martes, 16 de febrero de 2016

Evitación experiencial: Evadir las experiencias negativas puede ser muy peligroso


Todos tenemos la tendencia a evitar las emociones, pensamientos o situaciones que nos general algún tipo de malestar, es lo que en Psicología se conoce como “evitación experiencial”. Dicho de esta forma, podemos pensar que se trata de algo positivo o que incluso es una especie de mecanismo de defensa que nos protege de sentirnos mal, como si fuera un guardián que se encarga de que no nos pase nada malo.
Sin embargo, la realidad es diferente. La evitación experiencial también tiene una cara oculta en la que no solemos reparar y que nos convierte en “esclavos” de esas emociones, situaciones o pensamientos que queremos evitar.
Obviamente, si solo aplicamos la evitación experiencial de vez en cuando, para evitar un sufrimiento inútil, podemos aprovechar los beneficios de esta técnica. Sin embargo, si se convierte en un hábito puede llegar a representar un gran peligro.
Y es importante tenerlo en cuenta, sobre todo en los tiempos que corren, ya que a raíz de la difusión de la Psicología Positiva se encuentran muchos falsos coach y gurús de laAutoayuda que promulgan la idea de que el secreto para vivir bien y ser felices radica en experimentar la mayor cantidad de emociones positivas posible y evitar las emociones negativas.
De hecho, a primera vista no parece una recomendación muy desacertada. Y no lo es. Pero con el paso del tiempo este tipo de actitud nos conduce a evitar a toda costa aquellas situaciones que no nos agradan, y estas se convierten en un demonio a exorcizar, en vez de algo que debemos resolver y enfrentar. De esta forma, terminamos evitando los problemas, pero eso no significa que desaparecerán.
Por otra parte, no debemos olvidar el Efecto Rebote. Es decir, mientras más nos proponemos no pensar en algo, más fija se vuelve esa idea. Esto ocurre porque en nuestra mente se activa un mecanismo de hipervigilancia para apartar la idea apenas surge, pero con este mecanismo lo único que conseguimos es mantener esa idea activa en nuestra mente. Así, en vez de sentirnos bien, terminamos en un bucle de negatividad sin fin.

La distracción positiva como proceso de evitación interior

Cuando la evitación experiencial se convierte en un hábito, la “distracción positiva” deja de ser algo productivo, necesario y agradable para convertirse en un mecanismo que nos permite huir de nosotros mismos y de los problemas.
De hecho, en los últimos tiempos debido a una creciente incapacidad para vivir los estados interiores y una tendencia cada vez mayor a proyectarse hacia el mundo exterior, muchas personas se han convertido en “disociacionistas profesionales”. ¿Qué significa? Que hemos aprendido a “apartar” o “esconder” esos temas que nos resultan más difíciles, para pensar solo en aquello que nos resulta agradable o fácil.
Si imaginamos que nuestra mente es un espacio físico, como si fuera una especie de almacén, podremos comprender que apartar o esconder determinados contenidos no hace que desaparezcan, tan solo consumen un espacio valioso. Obviamente, se trata solo de una metáfora pero debemos tener en cuenta que para mantener ese “estado disociativo” debemos consumir energía, una energía que podríamos empelar en resolver los problemas y crecer con ellos.
Este fenómeno es particularmente evidente cuando ocurre un trauma con “t” mayúscula. En esos casos nuestra mente necesita apartarlo porque no contamos con los recursos psicológicos necesarios para procesarlo y podría hacernos mucho daño. Solo más tarde, podemos recuperar esos recuerdos y procesarlos. Sin embargo, si no lo hacemos y lo apartamos permanentemente, seguirá determinando negativamente nuestra vida desde algún lugar de nuestro inconsciente, provocando miedo, angustia y ansiedad.
Desgraciadamente, en la actualidad hemos exagerado y tendemos a vivir todas las emociones negativas como “pseudotraumas”. Nos asusta experimentar determinadas emociones porque la sociedad las cataloga como negativas e indeseadas. Y ese miedo nos conduce a la evitación experiencial.


Abrazar las experiencias negativas como parte de la vida

No se trata de adoptar una actitud masoquista. Es obvio que no debemos ir por la vida buscando el sufrimiento. Sin embargo, tampoco se trata de evitarlo como si fuera la peste. Debemos aprender a darle un “espacio” a esos contenidos mentales o experiencias que no nos resultan tan agradables, porque son una oportunidad para aprender algo de nosotros. Preguntas como: ¿Por qué ese contenido me molesta? ¿Por qué lo quiero evitar? ¿Qué dice de mí esa emoción? Nos pueden ayudar a conocernos mejor.
Por otra parte, en vez de gastar tanta energía en mantener esos contenidos ocultos, podríamos usarla en intentar solucionar el problema o encauzar de forma asertiva las emociones que estamos experimentando. Así podemos crecer como personas. Sin embargo, si nos limitamos a evitar aquellas experiencias que no nos resultan agradables, nuestro “yo” se reducirá cada vez más.
Es un cambio de perspectiva que vale la pena.

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