domingo, 26 de julio de 2015

Subsidios a los combustibles ¿Son socialmente justos o injustos?


Desde hace años voy siguiendo cómo, en especial, en Latinoamérica, muchos políticos hace de los subsidios a los combustibles y en especial a la gasolina, una de sus principales banderas políticas. Ecuador y Venezuela son dos de los países donde los precios de la gasolina se encuentras fuertemente subsidiados. Bajo la creencia populista de que este subsidio a la gasolina es una ayuda a las clases más desfavorecidas de esos países, la realidad es que los subsidios a la gasolina son en el fondo una rebaja impositiva a la clase media y alta de estos países que son lo que más se benefician de este tipo  subsidios y que son los que más consumen este tipo de combustibles.
La situación se agrava aún mucho más si tenemos en cuenta el dinero que pierden estos Estados subsidiando los combustibles. En Venezuela se estima que subsidiar la gasolina que es casi gratuita tiene un coste anual de $12.500 millones y en Ecuador tiene un coste anual para las arcas públicas de $3.800 millones. No hace falta ser un lince para darse cuenta que si lo que quieres es ayudar a la población más desfavorecida sería mucho más efectivo retirar ese subsidio a los combustibles y dar ayudas directas a la población más pobre.
Os dejamos un interesante estudio elaborado por La Caixa Research donde nos explica la perversidad de los subsidios a los combustibles:
Este año muchos países emergentes se enfrentan a la difícil tarea de equilibrar su cuadro económico en un entorno poco favorable. En general, el crecimiento se está desacelerando en los principales países en vías de desarrollo y, además, se espera que las condiciones financieras se endurezcan en los próximos trimestres cuando la Reserva Federal empiece a normalizar la política monetaria. En este contexto, la caída del precio del petróleo, y de muchas otras materias primas energéticas, allana el camino para la reducción de los subsidios energéticos.
La concesión de subsidios energéticos es una praxis generalizada en las economías emergentes que ejerce una presión importante en las finanzas públicas, hasta tal punto que su coste fiscal directo asciende al 0,7% del PIB mundial y supera el 5% del PIB en algunos países. A continuación analizamos su lógica y su importancia desde un punto de vista geográfico.
La implementación de los subsidios energéticos se suele justificar con dos razones.
Primero, facilitar a la población más pobre el acceso a servicios básicos como la electricidad o la calefacción.
Segundo, apoyar la industria local, sufragando el Estado parte de los costes energéticos.
No es de extrañar, entonces, que sea una práctica habitual en las economías en vías de desarrollo. Sin embargo, aunque la motivación inicial de los subsidios energéticos pueda ser bienintencionada, en muchos casos son fuente de ineficiencias y, paradójicamente, de injusticia social.
Desde el punto de vista medioambiental, en general se incentiva el consumo de la energía que produce la industria local, aunque sea altamente contaminante. En el ámbito social, al tratarse normalmente de subsidios sobre el precio de un bien, que no se focalizan en un grupo social, resultan muy ineficientes: se incurre en un coste fiscal muy elevado para el provecho que acostumbra a suponer para las personas que realmente lo necesitan. De hecho, en muchos casos no benefician a los consumidores más pobres y vulnerbles.

subsidios

A modo de ejemplo, un estudio de las Naciones Unidas del subsidio de gas licuado de petróleo en la India (usado principalmente para cocinar y para calentar los hogares) constató que menos de un 25% se destina a las zonas rurales, que no solo concentran la mayor parte de la población del país (un 70%), sino también el mayor número de pobres.
La mayoría de países emergentes destinan muchos recursos a los subsidios energéticos, a pesar de ser poco efectivos. De hecho, el coste fiscal es especialmente elevado si se tiene en cuenta el coste medioambiental que generan.
Según un estudio reciente del FMI, si se retirasen los subsidios al precio de la energía, el ahorro para las arcas públicas ascendería al 4% del PIB mundial. Por regiones, Asia emergente y la MENAP son dos de las zonas donde el beneficio fiscal sería mayor, de alrededor del 10% del PIB.

subsidios2

En los últimos años los subsidios energéticos han empezado a recortarse en algunas de las principales economías emergentes. El caso más notorio es el de la India, que en 2013 inició un programa de reducción, lenta pero progresiva, de este tipo de prestaciones. Al país asiático le han sucedido otras grandes economías como Indonesia, Egipto y Malasia. Visto el ahorro que la eliminación de estos subsidios puede suponer para las arcas públicas, este cambio de tendencia invita al optimismo.
Ahora el reto es invertir el ahorro en recursos públicos para proteger a la población más necesitada de forma más eficiente, consolidar el cambio de política energética cuando el precio de la energía se normalice y mantener un cuadro macroeconómico más equilibrado.
Mirad ahora la gran diferencia entre los precios de la gasolina en los diferentes países de Latinoamérica:

precio litro gasolina

Y comparadlo con el precio que tiene la gasolina en un país desarrollado y rico en petróleo cómo es Noruega. Los noruegos han entendido perfectamente que es mucho más eficiente que el Estado grave con impuestos el consumo de gasolina, tanto desde el punto de vista medioambiental cómo el social y destinar esos recursos generados a facilitar sanidad y educación gratuita de calidad.

En Latinoamérica, sistemáticamente, los países que producen petróleo se han dedicarlo a “regalarlo” a sus ciudadanos. Un regalo que desde el punto de vista medioambiental es un desastre y desde el punto de vista social es sobretodo  una reducción de impuestos a los ciudadanos más ricos.

Incluso en los países de la zona que mantienen los precios relativamente elevados comparados con los de sus vecinos, cómo puede ser el caso de Colombia, no faltan los políticos que montan campañas populistas para exigir un precio de la gasolina más bajo mientras la sanidad y la educación pública de calidad son totalmente deficientes.

Fuente: GurusBlog

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