El F35B se detiene en el aire. Y el ejército de Estados Unidos ha decidido pagar la absolutamente absurda cifra de 400.000 millones de dólares [unos 320.000 millones de euros] por 2.400 unidades de este avión. Lo que sitúa el coste por unidad en más de 166,66 millones de dólares [133 millones de euros].
Para que se hagan ustedes una idea, durante el año 2013, Unicef dedicó 2.800 millones de euros para ayudar a la infancia, la cifra más alta de la historia. La mayoría de ese importe se dedicó a la distribución de vacunas. Es decir, el gobierno de Barack Obama va a gastarse en unos cuantos aviones el presupuesto de Unicef de casi 143 años.
El mismo presidente, por cierto, que gastó 737,5 millones de dólares en su última campaña electoral. Es decir, casi una cuarta parte del dinero dedicado por Unicef a erradicar el hambre y las enfermedades infantiles.
Por desgracia, otros países parecen decididos a unirse a este despropósito. El gobierno británico anunció el pasado mes de febrero su intención de gastar 2.500 millones de libras [casi 3.200 millones de euros] en estos aparatos. El propio Secretario de Defensa, Philip Hammond, reconoció que se trata de un avión caro, pero “con una capacidad increíble” [se ve que este punto justifica la locura].
El proyecto de los F35B tendrá un coste global de 600.000 millones de libras [más de 766.000 millones de euros], sumados los esfuerzos de todos los países involucrados en él.
La cosa no se queda ahí. El Pentágono ha calculado el coste total de los F35 en 1,45 billones de dólares [1,16 billones de euros] en los próximos 50 años.
No podemos evitar pensar qué sucedería si todo ese dinero se destinase a erradicar la pobreza, el hambre y las injusticias. Y, sobre todo, en educar a las personas para evitar las guerras, en lugar de promoverlas.
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