jueves, 20 de marzo de 2014

ASTAROTH

Esta evocación se realiza en día miércoles, entre once y doce de la noche, a la luz de la luna, en un lugar solitario, en el cual se pueda operar sin temor de ser visto por nadie. Con la espada de Adonay trazarás en el suelo dos circunferencias concéntricas; la interior debe tener unos 6 palmos de diámetro, y la exterior unos siete. En el espacio comprendido entre las dos circunferencias, grabarás, con el punzón mágico, las palabras siguientes: VEN ASTAROTH - VEN ASTAROTH - VEN ASTAROTH. Después, con carbón consagrado, dibujarás en el centro del círculo la testa del Espíritu y los signos cabalísticos que la acompañan...

Este es el comienzo del ritual de invocación a Astaroth, el demiurgo de la suerte. La suerte es cuando un deseo consciente o inconsciente del ego se concreta, es llenar un vacío emocional con un acontecimiento material, es alimentar el centro emocional con deseos del centro intelectual, es cubrir la apatía del trabajo, con el velo de la desidia del que espera recibir sin esfuerzo algo que desea. Astaroth es astuto, pues disfraza su influencia con sentimientos de esperanza y justicia, haciendo creer al incauto que se merece esa suerte, sea del tipo que sea. La suerte como nosotros la conocemos o creemos conocer, no existe, porque la suerte es la fascinación de Staroth sobre los egos inconscientes y desconformes intentando obtener por destino, lo que se consigue por designio. Lo que sí existe es la sincronicidad del Ser, pero no la suerte del ego, pues una es la magia de recorrer el camino (existencia) siguiendo la plantilla (designio), y la otra la ilusión de recorrer la plantilla (designio) construyendo un camino (existencia).  La primera le corresponde a la octava del DO, y la segunda al error del Demiurgo, una por creación divina y la otra por capricho secular.

Interrumpí en su momento las publicaciones cortando la octava iniciada, para evitar cualquier represalia de los propios demiurgos hacia mi persona por divulgar lo que se tiene que callar. Igualmente tuve que pagar un costo, que si bien no fue muy alto, me sacudió fuertemente en lo físico y emocional.  No tengo nada que perder porque nada tengo, no tengo nada que ganar porque todo tengo, mi camino está marcado con el ADN de la creación y sólo intento seguir las señales de mi propio designio, lo demás, es historia ajena que no me pertenece.

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